Los juegos de azar y sus variantes han estado siempre presentes en la historia de la humanidad, y han tenido su adopción, adaptación e interpretación en cada una de las culturas a las que llega; hay juegos de casino gratis disponibles. Por lo que no es algo de asombro pensar que entre las muchas civilizaciones donde llegaron estos juegos, surgieron variantes de los mismos e influyeron de manera directa en su cosmovisión de la modernidad y de sus conquistadores.
Así, la conquista española no solo tuvo en consecuencia la imposición social y política, sino también cultural, donde las costumbres y ocios europeos fueron trasmitidos o impuestos a los pueblos indígenas. Encuentra juegos de máquinas.
Uno de los casos más conocidos es la adopción del caballo entre los mapuches y los indígenas de la Patagonia, pero también de la baraja o el naipe español, que fue adaptado y asimilado en las tierras del sur. Quizá por intercambio con los barcos que atracaban en las costas australes o el contacto directo con españoles y otros pueblos, los Aonikenk o Tehuelches conocieron de los juegos de cartas y los llevaron a su cultura.
Diversos viajeros describen la gran afición por el juego de naipes entre ellos, en donde sentados frente a una fogata en la noche podían entretenerse por horas y apostar caballos y animales. El juego de naipes fue denominado «berrica» entre los Aonikenk, nombre quizá derivado de la palabra brisca que describe uno de los juegos más populares del naipe español.
Los Aonikenk fabricaron sus propios naipes con los materiales que tenían a su alcance, ya que, al inicio, los naipes y cartas no eran comunes en sus territorios. En vez de papel o cartulina, ellos utilizaron cuero de animal curtido y cortado de forma rectangular para formar las cartas del mazo y sobre ellas pintarían en rojo y negro los diversos motivos del naipe.
Sin embargo, lo más sobresaliente son las figuras que utilizaron para expresar las figuras de la baraja. En vez de la figura de reyes y caballeros europeos medievales que aún vemos en el ornamento del naipe español, los Aonikenk cambiaron dicha regla y pusieron en sus cartas elementos de su propia cosmovisión.
Así, el «rey» (jerarquía no existente en su cultura) paso a ser representado por un personaje antropomorfo frontal con el cuerpo decorado con líneas paralelas, mientras que la «sota» y el «caballo» tuvieron una representación esquemática y muy estilizada, con diversas combinaciones de colores para representar las pintas de la baraja.
Las cartas con números serían representadas con figuras geométricas variadas. Dichas figuras recuerdan también la iconografía del arte rupestre de Patagonia, dando testimonio de cómo fueron capaces de transmutar los iconos europeos a su propia cultura artística y ancestral.
El Museo Nacional de Historia Natural de Chile posee un mazo de 38 cartas Aonikenk, el cual fue donando en el siglo XIX por Jorge Cristian Schythe, gobernador de la colonia chilena en Punta Arenas entre 1853 a 1858. Se encuentra en perfecta condición y que ,sin duda, es una pieza patrimonial invaluable.
Hoy en día sólo existe otro par de naipes tehuelches en la Patagonia Argentina y tres más en Europa (Oxford, Berlín y Madrid), siendo los últimos testigos de este híbrido patrimonio indígena reinterpretado por las civilizaciones del sur, y que ahora es una muestra de que la conquista fue más allá de algo territorial y político, sino que combinó e influyó de manera profunda en las culturas ya existentes.
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